SE APAGÓ LA VOZ DE JOSÉ RAMÍREZ TRUJILLO, COMPOSITOR QUINDIANO
Se ha marchado a la eternidad uno de los grandes músicos y compositores de Colombia: el maestro José Ramírez Trujillo. Su dimensión humana solo fue superada por el enorme talento para componer versos y llenarlos de música.
Todas las personas cercanas a José Ramírez Trujillo, incluyendo, por supuesto, sus hijos, manifestaban que su vida no había sido jamás la misma después de la muerte de Rosita, su único amor, su amor eterno.
“Miguel Ángel, quiérala mucho, ámala, no lo hagas sufrir, no te alcanzas a imaginar el profundo dolor que se siente cuando se va”, me decía, susurrando canciones, refiriéndose al amor de una esposa.
Para entonces, don José tenía 85 años. Estaba ahí, sentado frente a mí con la caja de resonancia de su tiple sobre las piernas y las manos en el diapasón. Tenía una carga sentimental que rebosaba la montaña que se asomaba por la ventana de su casa en elcentro de la ciudad.
Afuera aturdían los pitos y los motores de los carros y la estridente voz de Shakira salía de una tienda musical con su jovial canción Ojos así.
Tenía la ternura de un niño
José Ramírez Trujillo hablaba con la ternura de un niño. Cada que contaba un pasaje de su vida de músico apretaba el tiple sobre su pecho y sus dedos serpenteaba los trastes trayendo los acordes de aquellas canciones que enamoraron a la Colombia campesina de hace más de 60 años.
No le temblaban las manos, ni la voz, ni se le olvidaban las notas, ni los versos, a pesar de su llanto y su profunda tristeza por la muerte de Rosita.
Son toneladas de vivencias, casi todas en caminos y veredas del Quindío, en las callecitas y los cafés de Armenia, que narraba con la serenidad que le ofrecían sus 85 años. Hablaba con su guitarra. Mientras modulaba palabras añejas, miraba las cuerdas sobre el diapasón y las rasgaba con fuerza. Entonces aparecieron en el ambiente las notas de La Playa, aquel viejo bambuco que compusiera en los años sesenta con la letra de un soneto del poeta Baudilio Montoya Botero.
Ese mismo día, José Ramírez Trujillo tuvo el empuje de presentar al público del Quindío un disco compacto titulado Homenaje a los Autores. Lo más destacado de este disco es que las veinte canciones suenan en su voz fresca de 85 años. Pero, además, lanzó su cancionero: Los versos que inspiraron mis canciones que incluye 68 canciones (versos) de José Ramírez.
Nació en Aguadas
Ramírez Trujillo vio la luz de este mundo en 1918, en Aguadas, Caldas. Su familia emigró al Quindío y se estableció en una finca en Pijao. Es allí, en 1935, donde José Ramírez empieza su vida de músico. Ensayaba y tocaba desde las seis de la tarde, después de la cena, en el corredor de la casa, acompañado de sus hermanos y animado por los trabajadores de la finca, prendía una tímida parranda de bambucos, valses, tangos y pasillos, matizada por un aromado café de la tierra.
Apenas había cumplido 17 años, un día domingo salió de la finca antes de despuntar el alba. “Bajé a Caicedonia a pura uña y me planté en una esquina de la plaza, con timidez, a cantar las coplas de las Hijas de Sánchez Cerro y muy pronto tenía un corrillo de gente que aplaudía cada copla, que por supuesto eran muy graciosas: (‘…en este rancho vive mi negra/ que alegra mi corazón/…las hijas de Sánchez Cerro/ no saben jugar al yoyo/, en cambio las colombianas/, la tiran hasta el cogollo/…’). Allí, en esa plaza, comprendí que a la gente le gustaba mi música, que yo tenía talento y que esa vaina me encantaba. Cuando volvía hacia la casa, a pura uña, alguien me decía por dentro que esa, la música, era mi razón de ser en la vida”. Y esa voz interior no lo engañó, lo puso como uno de los más grandes cantantes y compositores de Colombia.
En Armenia, con su trío, solfearon en las ventanas de mujeres soñadoras, en el teatro Apolo, en los famosos cafés Londres y El Cafetal de la galería y en la recién inaugurada Voz del Comercio de don Leonel Herrera Castaño. José trabajaba como sastre, se instaló en el hotel Palermo, cerca del café Las Olas en la carrera 18 con calle 22. El clarinetista, Carlos García, ejercía el oficio de peluquero, y Alfonso Santa, el guitarrista, trabajaba como ebanista, sin dejar ninguno su afición por la música que les propiciaba parte del sustento. Cantaron en Bogotá y se convirtieron en los artistas de cafés tan importantes como Micky Mouse, El Rincón, Bar Jaramillo, Bar Caldas, donde coreaban desde las tres de la tarde.
Conoce a Rosita en la capital de la República. Establecen una relación epistolar, hasta que el desespero del aguadeño lo condujo nuevamente a Bogotá y a proponerle matrimonio. Se casaron en Armenia. Como ella trabajaba en la administración de un hotel, compraron un hospedajito por $350, con los ahorros que le había prodigado el tiple a José. El pequeño hotel, ubicado cerca al afamado café El Cafecito, lo vendieron un año después por $1.000 y se hicieron a la Pensión 91, donde se agenciaron todos los tiquetes de buses que conectaban las ciudades vecinas con el ferrocarril del Pacífico y el ferrocarril de Caldas.
Formó dueto con Secundino Cano, más conocido como Sedy Cano. Nos fuimos para el programa La Hora Sabrosa, en la Voz de Pereira. Al dueto lo bautizamos Los Diluvianos. Cuando terminaba el programa nos íbamos al Cesteadero, un bar-restaurante que frecuentaban Luis Carlos González y Enrique Figueroa, dos de las más importantes figuras del bambuco colombiano. Fue en el Cesteadero que Luis Carlos González les dio, a Sedy y a José, la letra de su bambuco El Cafetal, y ellos le pusieron la música. José ya tenía otras canciones, Rosa, En una manga, Reina de la montaña. Cuando lo recordaba, lloraba, por supuesto, a sus ojos se volcaba su mujer muerta.
En el año de mil novecientos cincuenta y tres se une a ellos Evelio Moncada Salazar. José, Sedy y Evelio conformaron el trío los Cafeteros. Fueron contratados para el homenaje que la sociedad quindiana le ofreció en el club América al presidente de la República, teniente general Gustavo Rojas Pinilla. Tres canciones enamoraron al presidente y a su hija María Eugenia: La Ruana, Tiplecito de mi vida y una composición de José Ramírez al nuevo jefe de Estado. Quince días después fueron invitados por el propio Rojas a amenizar la primera Feria Internacional de Bogotá.
El dueto Ramírez y Arcila
Al final de los sesenta, se separa de Sedy y arregla su dueto con Bernardo Arcila. Ramírez y Arcila van por el país, en conciertos con afamados grupos, tales como el Dueto de Antaño, Espinosa y Bedoya, Obdulio y Julián y el solista Carlos Julio Ramírez.
Solo en 1972 vuelve a integrar otro grupo musical, con Carlos Maldonado, y nace el dueto Ramírez y Maldonado, el más duradero de la historia local. La carrera artística del dueto Ramírez y Maldonado se prolongó hasta 1995. El dueto tradicional colombiano, prácticamente murió. Pero José siguió cantando en el calor de su familia, junto a sus hijos y sus nietos.
Y, claro, sus amigos, entre los que, con orgullo, me conté. Recuerdo que me decía: “Mi querido Miguel Ángel, hijo de mi gran amigo Chamón, usted es la herencia que me dejó, con cariño, su padre Aldemar… Siempre recuerde que yo lo quiero como él lo amaba a usted”. Paz en la tumba de uno de los más grandes compositores del Quindío, gran animador de duetos y tríos de la ciudad, pero sobre todo, adiós a un amigo del alma, a un padre inigualable.
José Ramírez Trujillo falleció en tierras quindianas en el mes de diciembre de 2012.
Artículo publicado por el diario La Crónica del Quindío.