LADY LAURA ARIAS, NACIDA PARA CANTAR
Al entrar el mundo en las expectativas del devenir del siglo XXI, más precisamente en la década de los años 90, María Yolanda ya era la compañera legal de Julián, y sin embargo sentían que el amor iba “in crescendo”. -Era mi almendro florecido-, sostiene hoy la esposa. Y vaya que lo sigue siendo ya que ninguno de los dos se atreve a hacer cábalas sobre un futuro de menoscabo sentimental, quizás porque el amor de verdad es planta trepadora que no encuentra obstáculo para ascender. Además repetía a todo momento su nombre, Julián. Lo sigue haciendo no por temor a olvidarlo sino porque es una manera de tenerlo cerca estando ausente. Él también la ha amado, y todas las joyas que obtenía eran para alhajarla.
Cuetan que de recién casados se amaban de tal manera que comer en la mesa no era una necesidad. Habían aprendido que la ambrosía es el alimento de los dioses que proporciona la inmortalidad.
Habiendo oído decir María Yolanda que nada es mejor como las flores para adornar el altar del amor y mantener vivo este sentimiento, sembró en decenas de macetas plantas de alhelí y en el patio de la casa plantó un arbusto de alheña. Así, marido y mujer han vivido entre las flores blancas, rojas y amarillas del alhelí y las también blancas de la alheña.
Pero la verdad es que este amor y esta unión matrimonial venían desde antes, y entonces ya tenían a Maryuri, que crecía como una araucaria, pensando siempre en ser una profesional en periodismo y comunicación social.
Al llegar el año de 1990 se les fue la mano en la dosis de ambrosía y supieron que se iba a aumentar la familia. Es que cuando los enamorados advierten que el amor crece con el tiempo, algunos quieren más hijos.
Con música
Julián tuvo una idea de muchas cuerdas, y se propuso ayudar con otra clase de instrumentos: los musicales. Cada vez que salía a la calle regresaba al hogar con un nuevo instrumento musical, y aunque no sabía interpretarlos, la guitarra, el tiple, el arpa y la lira los utilizó para decorar la alcoba matrimonial.
En 1992, Colombia tenía un gobierno malo y una sequía tan brava que empezó a escasear la energía eléctrica. Esta circunstancia obligó a adelantar en una hora los relojes, marrullerías al tiempo para utilizar más sol y menor luz artificial.
Antes de fenecer este año, comenzó a llover en el país. A llover reinas de belleza internacional: Paola Turbay conquistó el título de virreina en Miss Universo. En l993 y en l994 ganaron el mismo título, Paula Andrea Betancurt y Carolina Gómez, respectivamente.
A la casa de María Yolanda y de Julián llegó finalizando este año de 1992, otra reina: Había nacido la segunda hija del matrimonio a quien un sacerdote desperdiciador de agua bautizó con el nombre de Leidy Laura Arias Hincapié. Maryuri, la hermana mayor, cuenta con mucha gracia, que quería una hermanita y se la pidió al Niño Dios que al escucharla se la envió con los padres.
Se cuenta de esta que desde que fue puesta en la cuna, abrió los ojos como un invidente cuando recupera la visión distinguiendo imágenes y objetos. Parecía que había pegado la mirada a la pared adornada con el tiple, la guitarra, la lira y el arpa. Los que la observaban murmuraban que escogía instrumento musical.
La glositis
Por su parte la mamá empezó a cantarle canciones de cuna, únicas tonadas que interpretamos las personas que no sabemos cantar y que los escuchas nunca critican. Jura que lo hacía sin ninguna intensión. Pero lo hacía con tanta frecuencia que llegó a sufrir de glositis, una incómoda y tortuosa inflamación de la lengua que se cura cerrando la boca.
Leidy crecía sin demostraciones de precocidad ni talento pero el día que supo que el abuelo Manuel Guillermo Arias había tenido la estatura y la expresión de ojo tapado que tienen los piratas, y que en vez de asaltar barcos en alta mar cantaba vallenatos en los pueblos más olvidados del Eje Cafetero, empezó a mostrar una actitud de artista vanidosa.
Aprendió a caminar cuando los niños apenas comienzan a gatear, pues tenía prisa en llegar al colegio Pablo Emilio Escobar de la calle 47 con carrera 7a. Parecía que le urgía el saber leer y escribir, Una vez lo logró, cantó luciéndose durante una celebración del Día del Padre. Una persona del público, mostrando la más infame indiscreción se le acercó, al finalizar la presentación, y le dijo que para ser cantante no se tiene que estudiar. Ella no le haría caso.
En un caso contrario, un amigo leal de la familia, cada vez que veía a la niña con el papá, gritaba como loco: “Batuta”. Este entendió que lo que le decía no era una grosería sino que llevara a la hija a la Institución Musical Batuta, encargada de educar a las niñas y niños con talento en este arte. Fue así como aquí empezó a caminar por el verdadero sendero que lleva a la vida artística.
En el colegio, una maestra, Luisa Fernanda Gaviria de abundantes cabellos y buenas ideas, se convirtió en su hada madrina y empezó a familiarizarla con las notas musicales para que le sacara ritmo a los instrumentos.
No se quedó en Batuta, ni abandonó el colegio pero fue también a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Tecnológica. Y bienvenida a la técnica vocal que logró sacarle del alma una voz como ave que vuela hacia las máximas alturas.
Como si hubiese sabido que “la humildad es para los hipócritas y la modestia para los incompetentes”, dijo que una aspirante a cantante exitosa no se puede contentar con sólo voz bonita sino que tiene que sacar buen cuerpo, y de una ingresó al Instituto de Cultura y Artes King’s – Models y ya consiguió las dos cosas.
En el escenario
A estas alturas del tiempo ya se ha visto en los escenarios como una joven promesa de la canción. Ganadora de concursos musicales en Duitama Boyacá, Belén de Umbría, Santa Rosa de Cabal y Armenia. Echa toda una maja llegó al Concurso Nacional del Bambuco Luis Carlos Ganzález.
Hace poco conformó con otra joven de cabellos y ojos claros, tan hermosa que parece un lujo desprendido del cielo, María José Ruíz Zorro, el dueto “Luz de Luna” para participar este mes en la Feria internacional de negocios que se realizará en Nueva York.
Leidy Laura con un nombre de canción balada, hija de una pareja de pereiranos, de intenso amor y además perteneciente a un hogar iluminado por la lámpara de los valores humanos, ha podido con todo, hasta con el colegio Inem Felipe Pérez donde al finalizar el presente año obtendrá el título de bachiller, y estudiante de guitarra de la Fundación Luis Carlos González de Pereira.
En la familia de esta talentosa joven pereirana existe, otro: Emanuel, el hermano menor, tiene 15 años y una admiración especial por Leidy Laura.
Como todo parece indicar que Leonel, el papá, seguirá siendo el almendro florecido de María Yolanda la mamá de Leidy, del hogar, de la familia, no se descarta que el niño Emanuel, un día de estos sienta compasión por los instrumentos de cuerda que siguen pendiendo cual suicidas ahorcados en la pared de la alcoba matrimonial y sea otro en decidirse por la música y el canto. Si así sucede se llegará a decir que cuando en el hogar existe tanto amor surge más de un artista.
Artículo de Ángel Giraldo en www.eldiario.com.co/cronicas octubre 4 de 2009
Fotografías de Diego Tabares/Pereira