La voz con la mejor audiencia
Con motivo del día del locutor, el Diario del Otún, publicó un artículo haciendo homenaje a un locutor que por espacio de cuarenta años ha estado al “aire” en las frecuencias radiales de Pereira. A continuación, el artículo:
Alberto Rivera
Cuando se encendió la luz que indicaba “Al Aire” no pudo más con el miedo que lo acompañaba. No atinó una sola palabra y su única reacción fue meterse debajo de la mesa de transmisión.
Óscar Jaramillo, operador de La Voz Amiga por entonces, en medio de la sorpresa y la rabia le profirió tremendo regaño a manera de consejo: “Salude que después ponemos música”.
Era el 20 de marzo de 1969 a la media noche, José Alberto Giraldo Restrepo acababa de pasar el susto más grande de su vida, pero inició su carrera como locutor que terminaría 40 años después, pleno de éxitos, agradecimientos y nostalgias.
l pasado jueves se celebró el Día del Locutor, ocasión especial para abordar a un hombre que ha hecho historia en la radio pereirana, admirado por su voz que permanece intacta, que sorprende por su tono limpio y culto, pero también por la franqueza que le admiran sus amigos. Trabajó en las tres mejores empresas de radio del país, un privilegio que muy pocos pueden contar.
Fue buen madrugador. En Caracol lo hizo durante 27 años “y nunca me cogió la tarde”. Giraldo Restrepo es además un lector consumado, admira la crónica, le encanta la reportería y le gusta leer la página editorial de los periódicos.
De la radio actual escucha con avidez Hora 20 de Caracol, la emisora cultural Remigio Antonio Cañarte y Universitaria, que es su preferida.
Su familia la conforman su esposa Helena y sus hijos Alejandro que es profesor en la Universidad Tecnológica de Pereira; Adriana que vive en Europa y tiene dos hijos más que son Luisa Fernanda que estudia enfermería en la Universidad Andina y Sebastián, un futuro abogado.
Sus inicios
“Me inicié en La Voz Amiga cuando estaba afiliada a la cadena Todelar. Tenía un hermano que trabajaba allí, un locutor famoso en Pereira, Jesús Giraldo, y yo era un muchacho con una hija y apenas iba a cumplir 20 años. No empecé como el común de los locutores, por fiebre y ganas, lo hice por la física necesidad de sostener un hijo. Entré a la emisora como ‘locutor bombillo’, en una época en que para serlo había que hacer el turno de 12:00 de la noche a 6:00 de la mañana hasta forjarse como hombre de radio. Llegué a las 11:00 de la noche a recibir el turno con el miedo más tremendo del mundo, que nunca se me quitó porque siempre fui temeroso del micrófono”.
Su renuncia
El director de la emisora era Daniel Alfonso Benítez Rebellón, a quien califica como un gran hombre de radio, excelente amigo y persona, y el gerente era Álvaro Escobar Mejía, un cartagüeño de armas tomar.
“Me fui forjando porque me ponían tareas, me pusieron a escribir promociones creadas por mi y si las aprobaban las podía decir por la noche y así me fui haciendo, trabajé por 18 meses. Cuando ya me creía todo un locutor me fui para donde el gerente y le dije que quería un turno de día y me dijo que me faltaba mucho para ser locutor, que no estaba listo, y como estaba joven y lleno de vanidad presenté la renuncia. Y otra vez empezaron mis penurias económicas que me obligaron a decirle a mi hermano que intercediera por mí para regresar a la emisora y me dieron otra oportunidad… pero de noche. Trabajé 8 meses el mismo turno y cumplido ese tiempo me llamó el gerente, me dijo que ahora si estaba para trabajar en el día y me dio el turno de 4:00 de la tarde a 11:00 de la noche”.
¿Cómo era esa radio?
– Al periodista y al locutor se le exigía, porque el locutor de ahora años era a la vez periodista y era una profesión, ahora es un oficio. Siento nostalgia por la radio de antes, que se hacía con respeto, con buen gusto, con higiene mental. Antes un locutor era una persona importante en la ciudad y hoy en día gracias a las normas de los ministerios que le quitaron exigencias a los comunicadores se convirtió en un oficio que cualquiera puede hacer, si se tiene con qué montan un noticiero, un programa y ya se creen mucho, eso ha hecho que la calidad en la radio haya decrecido. La radio tecnológicamente es una barbaridad, pero la de hoy es, con pocas excepciones, una radio ordinaria, sin respeto, usted a sus hijos hoy tiene que controlarles la radio por ese vocabulario soez que se utiliza y por la mala preparación de quienes hacen parte de las emisoras juveniles, entre comillas.
¿Y las cualidades de un locutor por entonces?
– La radio de ayer era muy exigente porque Pereira fue un meridiano de la radio en Colombia, por aquí pasaron Julio Sánchez Vanegas, Carlos Arturo Rueda, Bernardo Tobón de la Roche y en aquella época aspirar a ser locutor era casi un sueño imposible, por las exigencias. Se necesitaba tener cultura y voz y hoy en día para llegar a un medio se tienen muchas facilidades porque ya los medios no pagan y la culpa es de los mismos empresarios. Aquí cualquier persona puede ser comunicador y eso convirtió algo tan bello como la locución en un oficio de tercera categoría.
¿Cuántos años en la radio?
– Estuve físicamente 40 años, de ellos 27 en Caracol Radio. Nunca me quise ir de Pereira, tuve varios ofrecimientos de la misma cadena en la época en que Hernán Peláez Restrepo era director y me llevó a trabajar a Bogotá pero a los tres días saqué la mano. Trabajé en Todelar y en RCN e hice esporádicas apariciones en el Grupo Radial Colombiano y en emisoras muy queridas porque la radio en Pereira fue mi segunda casa.
Su oportunidad
En los Juegos Panamericanos de 1971 se quedó sin locutor la emisora, y no había quien “recibiera” la llama Olímpica en Pereira en una transmisión especial que realizaba Todelar a nivel nacional -cuando era la cadena principal del país-.
Así que José Alberto vio una espacio de oro y le pidió al gerente que le diera la oportunidad de recibirla. Y entre sorprendido y admirado por el reto, le dijo que si la embarraba lo echaba del puesto.
“El día anterior amanecí leyendo el libro ‘Los deportes en América’ de Hugo Ángel Jaramillo, y me aprendí de memoria toda la historia de la llama olímpica, y al otro día temblaba de miedo pero me fue tan bien que me felicitó la cadena. Eso es tener recursos, a mí nunca me dio pena preguntar porque el que lo hace es sabio y el que no pregunta es bruto”.
¿Cuidó siempre de su voz de manera especial?
– Nunca. Lo que recomendaba era que no era necesario exigirla, hay que manejarla con naturalidad, no fumar ni beber. Pero eso va en uno mismo, las voces no son bonitas ni por lo gruesas ni por lo delgadas, sino por el timbre que tengan. Una de esas voces fue la de Eduardo Aponte Rodríguez, que fue mi locutor ícono.
Pase la Tarde
Fue su programa insignia por 18 años de los 27 que estuvo en Caracol.
En 1981 trabajaba como promotor nacional de una empresa de discos de Bogotá y se había retirado de la radio, pero le ofrecieron un puesto en Caracol como lector de noticias por insistencia de Luis Alberto Ruiz Peñuela, en ese entonces director de noticias.
“Pero más que eso me necesitaban para el programa Pase la Tarde que según el gerente Jesús María Arcila era un bodrio, y le cambié la cara al programa, no inventando nada porque el que diga en la radio que inventa está mintiendo. Nos acomodamos a las circunstancias, con más variedad, con otros temas, con más dinamismo.
Fue el programa más escuchado de la radio durante 18 años. Es el programa que más amé, una especie de hijo porque la empresa me dio todas las facilidades para que lo hiciera y le respondí a la empresa con audiencia”.
Cualidades
del locutor
“Un buen locutor no es aquel que tiene una voz para enamorar muchachas, es aquel que tiene intelecto, que tiene una cabeza bien puesta, y que tiene una mediana cultura. Voces bellas hay muchas pero no todas sirven, un buen locutor es integral, con una voz agradable, que llegue, que comunique y tenga grandes conocimientos que se adquieren estudiando, leyendo, preguntando. A esta edad que tengo me gusta mucho aprender y todavía me gusta preguntar porque uno no se las sabe todas”.